Textos del catálogo de la exposición «Las formas que el color oculta» (Málaga, 2009)
Selección de obras:
Disculpe, nada fue encontrado.
Disculpe, nada fue encontrado.
HABLAR de pintura es siempre agradable, reconfortante y grato, pero … comprometido y, si se quiere, escabroso; sobre todo, cuando se hace una crítica, o se objeta, o se enfoca el lado creativo como mensaje o complot artistico. Cualquier quehacer humano tiene la vertiente hermosa y lúdica de la creación; pero, también, la disciplina de la obra debidamente enmarcada en los más rígidos cánones de las inviolables leyes que la encierran como manifestación artística, cultural, tradicional e histórica ¡casi nada! Y ahl está la cuestión. Pasar por alto estos valores equivale a no decir nada, o a mentir radicalmente en cuanto al arte se refiere. Ahora, está de moda desprenderse graciosamente de muchos de estos principios, como si éstos hubieran perdido sus valores, o los impuestos por la nueva costumbre de mirar las cosas, fuesen más importantes; y no es así ni nunca lo será. Hoy, cuando cualquiera pinta o escribe -como si pintar fuese únicamente poner colores en una superficie o escribir poner letras en un papel-, parece que todo es válido; nada más lejos de la realidad, y nada más disparatado. Sin embargo, como flores aisladas, espontáneas, hermosas y rotundas que aparecen en una confusa pradera, surgen -de vez en cuando, y no demasiado por desgracia- auténticos artistas de innegables valores, y de posibilidades sorprendentes; pero que, a fuerza de no ser muchos, son por ende más espectaculares. Y son estas emergencias las que vienen a llenar esos vacíos, o anodinas y tristes lagunas de falta de creación y de valor pictórico, justamente, como ocurre ahora en Fernando Núñez. La recia maestría de este pintor (pese a su corta vida artística) es por otro lado señal inequivoca de lo que va a ser en un futuro más o menos inmediato. Fernando Núñez nos hace reflexionar con sus trabajos, nos hace sentir que nos va a dar, largamente, el placer de admirar una auténtica pintura en toda la extensión del vocablo. Porque este pintor ha encontrado ya la madera del artista: tiene sensibilidad, ese don escaso de la insatisfacción artística, la disciplina, el coraje y, lo que es más, el tiempo (porque una buena obra no se puede hacer jamás con prisa). Posee un dibujo perfecto (también indispensable), como nos ha demostrado en sus trabajos anteriores de temas mesopotámicos o egipcios; y alcanza la gracia de saber jugar, como quiere, con el color, al que domina magistralmente, y que es exponente clarísimo de esta nueva exposición; donde estrena: temas, giros y tendencia (muy impresionista a veces), y mensajes irrevelados anteriormente que, por otro lado, demuestran su capacidad de creación, de inventiva, así como de ejecución. Pasemos la vista detenidamente por algunos de sus cuadros de esta colección. Por ejemplo, el titulado «La regia transparencia», donde se atreve a tratar un tema velazqueño con gran maestría; actualizando una reina Mariana que parece surgir de la sombra del clasicismo con toda su fuerza. O el titulado «Huérfano de confianza», en el que un rostro emerge de un haz de color, perfectamente equilibrado, en el más puro rigor impresionista. O esas figuras, a mitad de ejecución, cuyas partes inexistentes vierten su fuerza en los trozos dibujados, como se aprecian en los cuadros: «Frialdad calculada», «La obsesión del enano velazquiano», «Envuelto en lluvia» o «Te he visto crecer». Si se sabe, pues, mirar un cuadro, la pintura de Fernando Núñez es un deleite para la vista y una puerta para entrar en ese mundo, hermoso e ineludible, de la pintura actual. Sus claroscuros tienen el equilibrio preciso y sus ráfagas de color el justo peso cromático para explicar lo que quieren, con la sabia disciplina de un buen artista. Estemos atentos a su carrera para aprovecharnos del placer de su obra, y demos gracias al creador por ofrecernos esta bendita oportunidad.
Moreno Ortega
UN aviso verbal eterniza y truena en el contenido de esta exposición: Fernando Núñez nunca será un pintor «extraviado». Doctor en derecho, cuando coge la paleta se convierte en doctor idealista de la creación. Y es capaz de conjugar las eternas proporciones clásicas, con la iridiscente espontaneidad del movimiento estético más actual en la aplicación de los colores básicos. El color que antes e! artista se afanaba en atenuar, ahora lo desparrama con vigor exultante, casi como un puñetazo en el ojo. Lo frecuente en el arte es «quemarse» o dejarse caer en la cuneta. No es el caso de Fernando que, para quien sabe mirar su obra con complicidad, desde lo más profundo de la gravedad del creativo, mezcla la materia viva y la espiritualidad la cristaliza en luz. Señal inequívoca de libertad, como para asegurarle un abierto futuro en e! enigmático mundo del arte.
Su fascinante fuerza ensordece a la doble narración de sus figuras inmersas en una rima sin fin, las atomiza o las recorta en sus brillos y nos transmite un estado de su alma que nos aplaca y emociona en su realismo fantástico. Nada en Fernando Núñez es superfluo ni puesto al albur del necio desconocimiento, ni en planteamientos baladíes, ni en falsos maquillajes efímeros. El alcance intelectual es directo y atrayente. Todo esta interrelacionado entre e! pensamiento primigenio y e! resultado final en forma de reflexión o sentimiento Íntimo.
Su lenguaje es el lenguaje estricto y certero de! pintor de raza. y se acentúa y magnifica cuando sus elementos surrealistas y abstractos afloran y se entrecruzan con las manchas libres. La unción de toque de dibujo disuasorio nos sumerge en un mundo que viene empujando -a horcajadas– para inundar de espléndido futuro al «pájaro de buen agüero» de Fernando Núñez.
Pepe Bornoy